En logística, todas aquellas empresas cuya actividad se centra en la venta de productos, deben adaptar la disponibilidad de la mercancía (stock) a las demandas de los consumidores. Para dar respuesta a esta necesidad, lo habitual es recurrir a datos que aportan información y que ayudan a prever el comportamiento del mercado y, por tanto, de las unidades que deben estar disponibles en todo momento. Debemos tener en cuenta que, un producto puede tener una demanda más o menos estable a lo largo de un año pero que, en determinados periodos, pueden dispararse sus ventas.
Tener acceso a toda la información respecto a comportamientos históricos, así como de posibles fluctuaciones, es esencial para evitar el efecto látigo. En este sentido, también es habitual que muchas empresas cuenten con un stock de seguridad, es decir, que dispongan de una mayor cantidad de producto de lo que apuntan las estimaciones, para poder hacer frente a imprevistos o picos de la demanda.
A pesar de la previsión, en ocasiones, puede producirse que, por algún motivo no contemplado, crezca de manera significativa la demanda y que el stock aprovisionado no pueda dar respuesta a dicho incremento. Cuando se produce esta situación, nos encontramos ante lo que en logística se conoce como “el efecto látigo”, que viene motivado por una estimación imprecisa en la cadena de suministro, lo que acaba derivando en la descompensación del stock almacenado.
Una onda expansiva que afecta a toda la cadena de suministro
El esquema que sigue el “efecto látigo” acostumbra a tener su origen en el punto de venta, que es el primero en identificar un crecimiento no esperado en la demanda de un determinado producto. Cuando ello sucede, lo habitual es solicitar al mayorista un mayor número de unidades para poder satisfacer a sus clientes. A su vez, el mayorista también pedirá más stock al fabricante del producto, para cubrir las necesidades del minorista. Como efecto dominó, el fabricante deberá adquirir una mayor cantidad de materia prima para que crezca la producción. Se trata de una reacción en cadena, de ahí el nombre de “efecto látigo” ya que, haciendo un símil, cada pequeño movimiento de muñeca representa la demanda, que provoca una onda expansiva cada vez mayor, tal y como sucede cuando se agita un látigo.
Una mala planificación del stock disponible acostumbra a suponer una demora en las entregas, y puede acabar derivando en un mal servicio y una percepción negativa por parte de los clientes, con la consecuente pérdida de ventas. Para evitarlo, las empresas deben anticiparse a estas situaciones o ser capaces de dar una respuesta lo más rápida y ágil posible al “efecto látigo”.
¿Cómo evitar el efecto látigo?
Fiabilidad en la previsión
Disponer de datos lo más fiables posibles es fundamental para poder realizar previsiones realistas y ajustadas al comportamiento de los clientes. La información que aportan las tiendas o puntos de ventas es clave, ya que son quienes mantienen el contacto con los consumidores y los que pueden captar más directamente posibles cambios de comportamiento.
Comunicación actualizada entre toda la cadena de suministro
La información entre los diferentes niveles de la cadena de suministro debe estar actualizada, centralizada y accesible para todos los actores que intervienen en ella. De esta manera, al disponer de la misma información, se facilitará que se puedan dar respuestas rápidas a posibles cambios que no hayan sido previstos.
Flexibilidad en la compra
Es conveniente poder ser flexible en la adquisición de mercancía y tener la capacidad de poder realizar compras de pequeños lotes, para satisfacer demandas en momentos puntuales. Existe la tentación de realizar grandes adquisiciones, debido a que suelen estar asociadas a importantes descuentos, pero ello puede conllevar incrementar los stocks de manera innecesaria y que no estén adecuados a la demanda real del mercado.
Agilidad de los fabricantes y proveedores.
Tener la capacidad de adaptarse y responder lo más rápidamente posible a fluctuaciones en la demanda es un factor esencial en fabricantes y proveedores, para conseguir que la posible falta de stock, tenga el menor efecto negativo y que pueda resolverse lo más rápidamente posible.
Información sobre las políticas de precios
Conocer con antelación las políticas de precios que aplicarán los puntos de venta es muy importante para los demás niveles de la cadena. Es previsible que, en periodos de rebajas o descuentos, se incremente la demanda. Si esta información se conoce de antemano, los fabricantes y proveedores podrán anticiparse y estar preparados para ampliar su stock en determinadas fechas.
A pesar de que muchas empresas cuentan con muchos recursos, entre ellos, la tecnología, para conseguir que sus stocks se ajusten a la realidad del mercado, el efecto látigo es un riesgo real. Los nuevos hábitos de consumo y la incorporación a las compras online de un mayor número de usuarios, añade un punto de complicación a la hora de prever los stocks. Realizar un seguimiento pormenorizado del comportamiento de los consumidores es la mejor garantía para evitar sorpresas, que pueden tener consecuencias nefastas para la empresa, cuyos clientes demandan cada vez una mayor rapidez, agilidad y garantías en sus compras.